No debió usar esos zapatos...
PG 13
-No debí usar estos zapatos, tengo los pies hirviendo- se dice Cinthia mientras escucha Momento de Los Cafres- …Espérate gorda no me jales así, ¿estás loca?- dice ahora en voz alta dirigiéndose a su acompañante de paseo, La Gorda, una vieja cocker spaniel que de gorda ya no tiene mucho.
La Gorda se menea sin importarle cuidar la gracia, con la lengua de fuera y los ojos caídos, su rabo mochado no deja de moverse mientras olfatea todo lo que se cruza por su paso como una aspiradora Koblenz. Es una hermosa ejemplar, blanca con manchas marrones de diferentes tamaños por todo su cuerpo, cara y orejas. Sin duda alguna en su juventud, toda una perraza que aún mantenía esa energía vivaz característica de la raza.
-A ver, muy bien Gorda, ahora sí ¿ves? ya no nos podemos descuidar ni un día de tu dieta.- le dice Cinthia mientras recoge las firmes heces frescas que la can presume orgullosa. El día anterior la Gorda se había comido quiensabequé de quiensabedónde y le había hecho pasar a su “madre” un desagradable momento al recogerlas en ese mismo circuito cerrado.
Era algo habitual que Cinthia y la fiel Gorda pasearan a esa hora, las 7:30 de la noche, por ese pequeño circuito de ochocientos metros del parque Arboledas, que se encontraba rodeado de todo tipo de comercios, bares y restaurantes. Los perros de la zona conocían bien ese circuito y algunos hasta presumían a su compinches caninos de degustar de los helados Freddy’s, en donde había un helado con sabor especial para perros, 2x1 los jueves y “gratis para tu mascota” los viernes.
La Gorda y Cinthia siempre realizaban el circuito en el mismo sentido, se había convertido en una rutina ya desde hace dos meses que se mudaron a la zona para estar más cerca del trabajo de Cinthia. A La Gorda le dio igual, a pesar de su avanzada edad se adaptaba rápidamente a los cambios, mientras tuviera su tapete sin importarle dónde, ella podía hacer lo que más le gustaba, dormir todo el día.
Cinthia y la Gorda recorren el circuito cerca de un bar que vibra al ritmo de una canción de reggaetón, a Cinthia parece no importarle ya que siempre lleva sus audífonos, el paseo para ella es una terapia musical. La Gorda se frena abruptamente para oler un árbol que ha sido decorado por varios perros con grafiti líquido y caliente. Cinthia se detiene para esperar a su amiga, y al levantar la mirada observa a unos seis metros de distancia a una pitbull blanca usando un suéter rosado. La pitbull llama la atención de Cinthia ya que su suéter es bastante cursi. - En primera ni hace frío y segunda, bueno una pitbull con suéter, ¿qué onda?- piensa Cinthia con una sonrisa burlona que es interrumpida en el momento en que el dueño de la “delicada” pitbull la intercepta y la mira directamente a los ojos. Avergonzada, Cinthia quita la mirada en seguida y se dirige a la Gorda. - Ándale, Gorda apúrate… Aquí no pasó nada… un momento... ese tipo no estaba nada feo.- Cinthia vuelve a sonreír, esta vez mirando al piso.
-Cht cht…-Marco truena la boca para llamar a Sasha, quien lo mira tranquila, sentada en el pavimento un tanto desconcertada por el innecesario llamado de su amo. Marco se ha quedado inmóvil mientras mira a lo lejos una figura pintoresca que va moviendo los labios al son de una canción muda y desconocida, un chongo a medio peinar en lo alto de su cabeza, esos lentes que bien pudieron ser de su papá en los setentas, una chamarra de mezclilla inmensa para ese pequeño cuerpo, los shorts, por el contrario, un tanto pequeños, las piernas largas y torneadas que salen de esas botas gigantes y toscas que en algún momento solo se encontraban en las fábricas como necesarios componentes de seguridad. Graciosa figura curvilínea, bailando al son de un ritmo que no compartía con nadie más que con sus audífonos y su cabeza, sonriendo con esos labios rojos de oreja a oreja. Trae una bolsa de plástico en la mano. Qué bueno, es de esas que recoge las “popos” de su perro.- Se dice Marco a sí mismo mientras su mirada sigue analizando de pies a cabeza a la chica que no para de bailotear y cantar sin voz mientras avanza por el circuito.
Marco ha salido de trabajar temprano hoy, estos ajetreados días que lo traen loco son ahora la mejor excusa para salir a caminar con Sasha y despejarse un rato. Pensaba en ir a comprar un litro de helado, se dio cuenta que comer un poco de helado al llegar a la casa le daba un sentimiento de alivio, aunque fuera por breves momentos.
A pesar de hacer tiempo revisando en su reloj los pasos que había caminado hasta ahora, ya no hay excusa para seguir ahí, Sasha es muy tranquila y no se ha levantado de su pose en espera de alguna señal de Marco. La graciosa figura sigue lejos, su perro se ha entretenido con unas ramas y da vueltas en círculo. Justo cuando está en posición de evacuación se levanta para girar de nuevo. -Es desesperante, piensa Marco, aunque esa paciencia con la que ella espera y sigue sonriendo inmersa en su concierto privado es algo que lo llena de una misteriosa emoción. Marco gira sin ninguna alternativa y sigue caminando, unos metros más adelante, cruzando de la calle, se encuentran los famosos helados Freddy’s. Marco y Sasha bajan del parque y entran al establecimiento.
Cinthia ahora escucha Antonia de Gondwana, la versión del concierto en vivo, últimamente la música argentina se encuentra en el top tres de sus listas de reproducción. Sigue su camino a paso lento, preguntándose por ese tipo, alto y fuerte, vistiendo ropa deportiva, con una gorra negra incluso si eran casi las ocho de la noche, con esa apariencia de seriedad, barba perfectamente recortada rodeando su alargada y atractiva cara, paseando con su pitbull cubierta en un ridículo suéter rosado. Cinthia ríe sin importarle que la gente a su al rededor la mire, ahora está pasando frente a Freddy’s, no les ha perdido el rastro desde que cruzaron la calle… Los mira de lejos, mientras La Gorda olfatea su rastro. La pitbull se ha quedado sentada en las mesas de afuera mirándolo en todo momento, él está en el mostrador leyendo los brillantes letreros que se despliegan en la parte trasera. Cinthia los mira con descaro, sabe que él no va a voltear, no ahora. Que pareja tan extraña la que hace ese par. Ríe de nuevo.
-Ay dulce esperanza, te quiero desde siempre, ya no puedo estar sin ti…- canta Cinthia mientras se aleja con La Gorda caminando a su lado.
-Le hubiera sonreído… Ay no que vergüenza, no, no… ¿qué película era en la que vi que una mirada fija y directa a los ojos junto con una sonrisa desarma hasta al más fuerte soldado?… ¿o era una serie?…- piensa Cinthia mientras llega a la estatua del parque que indica justamente la mitad de su recorrido. Mientras la rodean para regresar y dar inicio a la parte final de su paseo diario, Cinthia se imagina un escenario irreal del encuentro con el dueño de la “Barbie pitbull”, así la llama ahora. La Gorda se detiene de tajo mientras un pequeño perro chihuahua le olfatea el trasero. -Bueno, ¿qué pasa con la gente de esta zona?, que ganas de tapar a sus perros cuando ni hace frío.- piensa Cinthia mientras mira al pequeño perro que también está usando un suéter, menos ridículo que el de Barbie pitbull pero un suéter al fin. -Buenas noches- responde Cinthia al saludo de la dueña de la criatura que más que un perro se asemeja a un flaco roedor. -¿Es macho?- típica pregunta entre paseadores. -Ah ok, con razón se cayeron bien, la mía es hembra- dice Cinthia mientras se quita el auricular de la oreja izquierda. Al cabo de unos segundo siguen con su recorrido.
Marco sale caminando del establecimiento, le ha quitado la correa a Sasha mientras come su helado sabor vainilla, así de simple, es lo que le daba paz en estos días de ajetreo. Cruza la calle junto a su fiel acompañante que a pesar de no sentir el impulso de la correa en el cuello sigue de cerca a su amigo. Marco camina a paso veloz mientras disfruta de su helado, ha decidido no comprar el litro, eso indicaría regresar a casa pronto, y por alguna razón no siente ganas de interrumpir su paseo aun. Ha mirado su reloj y se ha dicho a sí mismo: Aún hay tiempo.
Marco camina en dirección a la estatua que aún se ve a lo lejos, la calle que lo lleva directo a casa está cerca pero para su sorpresa reconoce una figura que lo deja sin aliento nuevamente. Es ella, viene de regreso, en el sentido opuesto a él. Marco tira lo que queda de su helado en un bote próximo a él, llama a Sasha con un sonido mezcla entre silbido y chasquido y le pone la correa. Le cuesta trabajo aceptar que se siente nervioso, incluso intimidado por esa pequeña y vivaz figura. Esa forma de caminar como si nadie la viera, usando esa peculiar y llamativa ropa. Su madre pondría un grito en el cielo, con lo conservadora que era, aún no había estado demasiado cerca de ella para confirmarlo pero creía haber notado una argolla en su nariz, pa’ las pulgas de la abuela. Marco siempre había soñado con una chica así, segura, diferente, peculiar, hermosa, porque ella era verdaderamente hermosa, pensaba. No esas chicas de revista, siempre precavidas, siempre producidas, como todas las mujeres en su vida. Ella era diferente, era la chica que veía en sus sueños, la que imaginaba en sus desvelos. Verla desenvolverse, así en lo cotidiano de un paseo era algo desorbitante que se sentía destinado a presenciar. Su pulso se aceleraba con cada paso pues sabía que pronto se iban a encontrar de nuevo. Estaba empezando a sudar y no precisamente por una rutina de ejercicio.
-¿Le digo hola? No, ¿qué estoy pensando?, ni al caso cabrón, no puedes hacer eso. No.-piensa Marco nervioso, mientras la figura aun a la distancia va tomando forma cada vez más.
-Chin, ahí están- se dice Cinthia al reconocerlos. Sonaba ahora la canción española El Misterio de Fondo Flamenco. Una canción perfecta para el encuentro. -¿Qué hago? ¿Pruebo lo de la mirada? Sí ya, equis, ¿qué puede pasar?
-Sí, sí es un arete en la nariz, que bien se le ve. Que buena está.
-Ya velo, velo… mirada en tres, dos, uno…
-Que ojos.
-No, no puedo… mmm… mira al suéter rosa, a la pitbull.
-No me ve, carajo.
-¿Por qué hay puente musical justo ahorita? Va a pensar que deje de cantar por él… prrrm… ¿por qué resoplé? Que tonta, parezco caballo.
-¡Voltea, mujer!
Cinthia pasa de frente a ellos, La Gorda ni siquiera nota a Barbie pitbull, se ha enfocado en seguir el rastro de un shih tzu que caminó minutos antes por ahí. Sasha intenta acercarse, Marco aun nervioso la jala de tajo, y sigue caminando.
-Ayñ ¿Por qué no pude verlo a la cara? ¡qué maldita cobarde!- se regaña Cinthia a ella misma, quien no fue capaz de llevar su plan a cabo y terminó mirando solamente a Sasha con una mueca que ni siquiera formó una sonrisa real.
-Ven, junto, junto.- dice Marco en voz alta mientras jala sin necesidad de hacerlo a Sasha hacia él, se siente aun nervioso.
Cinthia sigue tratando de descifrar en cuál serie o película había visto eso de la mirada, sin poder recordarlo. –Aaay, pero qué tonta, ¿qué podías perder?- se dice una y otra vez mientras sigue su camino a paso veloz con La Gorda exhausta. Al llegar a donde termina su paseo, Cinthia se detiene, se queda mirando hacia su calle, la calle que la llevaría después de cruzar una cuadra y cuatro casas a su departamento. -Él también se puso nervioso, ¡claro! Lo sentí, las mujeres sentimos eso, él también apretó el paso. ¿Cómo no me di cuenta?, ¿Cómo no hice nada?.- Cinthia sonríe con una sonrisa de oreja a oreja, decide que la canción perfecta para el momento es El Misterio de Fondo Flamenco, así que vuelve a reproducirla. Decide dejarlo al destino, una vuelta más a ese corto circuito, ¿qué daño podría hacerle?, si no lo encontraba no pasaba nada, una vuelta más a La Gorda, que bien le hacía, unas extra calorías más que quemar. Una inocente vuelta más. -No, no Gorda, arriba.- le dice Cinthia a La Gorda mientras la jala de nuevo para alargar el paseo.
Cinthia camina con decisión, esta vez ya no presta atención a la letra de la canción, pero no importa, el ritmo envuelve el ambiente perfectamente para un encuentro.
-Ok, si se regresa es porque pensó lo mismo que yo. No lo veo.- piensa Cinthia mientras camina prestando atención a todos los que pasean por el circuito, otros perros, otros dueños, personas corriendo y algunos otros solo caminando con dirección a algún bar seguramente, parejas mayores a paso lento disfrutando de la dinámica que ese pequeño circuito en Arboledas ha formado ya. Los pasos de Cinthia se aceleran, cuando de pronto La Gorda se frena sin previo aviso haciendo que Cinthia pierda el equilibrio, no se cae por completo, pero el berrinche de La Gorda le ha costado unos ridículos movimientos para salvarse de un tropezón.
-Gorda, ¿qué te pasa? ¡me vas a tirar!- Cinthia mira a su cocker spaniel quien ha decidido no dar un paso más. -¿Qué te pasó, te lastimaste?- Cinthia se agacha dejando la bolsa con las heces en el piso para revisar las patas de su fiel acompañante canino en caso de que un molesto cadillo sea el causante de su recesión. Uno de los audífonos se cae al piso. -¡Ay me lleva!- exclama Cinthia con una mano en la pata de la perra y la otra tratando de acomodarse los cortos shorts.
-¿Es hembra?
Cinthia escucha esta pregunta desde el piso, donde sigue hincada e inmóvil, mientras, a su lado de pronto aparece la cara familiar y blanca de la Barbie pitbull. La Gorda se pone alerta en seguida. -Ay sí.- se para rápidamente, sin pensar en la bolsa de plástico que ha dejado botada, ni en sus audífonos que ahora yacen en el suelo. Aleja un poco a la Gorda.
-No la vaya a morder.- dice acelerada.
-No la vaya a morder.- dice acelerada.
-No, no te preocupes ella no hace nada, es como un peluchito.
-Pues tendrá outfit de Winnie Pooh, pero mandíbula de pitbull. Para qué nos arriesgamos ¿No?- dice Cinthia mientras sostiene a La Gorda por la parte superior, a esta no parece importarle la pitbull en lo más mínimo.
Marco se ríe fuertemente ante el comentario de Cinthia. Le da vergüenza ya que al hacerlo una pequeña gota de saliva ha salido de su boca. Trata de disimular.
-¿Cómo se llama?
-Gorda.
Marco la mira con desconcierto.
-Bueno oficialmente Mimí, mi hermana se lo puso hace años, pero nunca pegó, empezamos a decirle gorda desde que estaba cachorra y se le quedó.
-Ah, ya veo- dice Marco sonriendo.
-¿Y Pooh? ¿Cómo se llama?- pregunta Cinthia mientras retumban en su cabeza las palabras “Barbie Pitbull”.
-Se llama Sasha… pero yo no se lo puse.- dice Marco rápidamente al notar la expresión en la cara de Cinthia.
-Jaja… está muy bonita, ¿cuántos años tiene?
-Creo que este año cumple cuatro, y ¿La Gorda?
-La Gorda cumplió trece el mes pasado, ya es toda una abuela, pero mira qué guapa sigue la condenada.
Marco ríe de nuevo, esta vez es muy cuidadoso del decibel y de mantener la saliva dentro de su boca. Ya no sabe qué decir.
-¿La has llevado a Freddy’s por el helado para perro?- Cinthia salva la conversación, Marco no puede dejar de verla a los ojos. Qué ojos.
-Sí, le encantan.
-A La Gorda también, la verdad sí está bueno.
-¿Cómo, has probado ese helado para perros?
-Sí claro, ¿tú no? ¿Cómo sabes lo que le das a tu perro si no lo pruebas?
-No lo puedo creer.- dice Marco entre risas sin poder creer que ella es justo como la imaginó.- Ósea eso quiere decir que ¿también has probado sus croquetas?
-Y… las latas, esas sí no te las recomiendo para nada. Saben peor de lo que huelen. - aclara Cinthia sonriendo.
Marco ríe. Cinthia ha soltado a La Gorda, ella y Sasha se olfatean, parece que se llevan bien, hasta ahora no ha habido gruñidos, buena señal.
-Wow, creo que eres la dueña más dedicada que he conocido.
-Yo diría que más bien una madre sobre protectora, ¿no?
-Jájá, bueno sí, eso, tienes razón… oye vas a pisar tus audífonos.- dice Marco mientras se agacha para levantar los audífonos que han quedado colgando desde el interior de uno de los bolsillos de esa inmensa chamarra de mezclilla hasta el piso.
-Ay, gracias.- responde Cinthia agachándose de inmediato. Ambos se encuentran a nivel de piso.
-¿Qué escuchabas, puedo?
-Sí, sí- Cinthia asiente.
Como esas cosas que solo pasan en chick flicks, la canción que estaba empezando era Incredible de James TW, que si bien no narra precisamente esa ocasión, el ritmo era envolvente para esos dos jóvenes corazones, amantes de los perros, en medio de ese pequeño circuito, rodeados de la negrura de la noche y el brillo de los faroles.
Ambos se quedan mirándose fijamente por un momento mientras escuchan la canción. El momento parece nunca terminar. La Gorda se ha parado entre los dos, rompiendo el encanto. Cinthia es la primera en hablar.
-¿La conoces?
-¿A quién?- pregunta Marco volteando a los lados. Cinthia sonríe.
- La canción.
-Ah… No, pero tiene… algo.
Ambos se sonríen, son cómplices de ese momento perfecto, un momento armado por el destino, que no esperaban. Ninguno de los dos se imaginó al salir por la puerta de sus casas que el destino les iba a armar tremenda jugarreta. Que ambos se iban a sincronizar en la emoción, en las ganas de verse de cerca, en ese impulso que los hizo dar un paseo más largo de lo habitual. La canción sigue sonando, Cinthia y Marco siguen casi hincados en el piso, mirándose. Esos ojos que a él le encantan, que siente que los conoce de siempre. Esa mirada tan firme que a pesar de ser solo un instante la hace sentir tan segura, como si todo lo que pasara en el mundo se pusiera en pausa.
¡Cuidado! grita un chico que se acera en bicicleta a los dos tórtolos que siguen hincados en el piso con sus perras cerca. Cinthia y Marco se levantan rápidamente y se hacen a un lado.
-Gorda, ven, no. - grita Cinthia mientras jala a La Gorda hacia ella, entre tanto alboroto los audífonos se han enredado en la correa.
-A ver no, espera, los vas a romper.- le dice Marco tratando de ayudar a Cinthia que no es muy delicada con sus movimientos. Marco se acerca a ella y la ayuda a desatar esos cables traviesos. Al acercarse Cinthia se percata de que Marco huele delicioso, a fresca loción. Sus manos se rozan, Cinthia siente un cosquilleo, Marco lo nota y la mira con ternura. -No puede ser, de cerca está más linda.- piensa.
No han logrado desatar los audífonos aun, pero se siguen mirando. Qué fácil es para Cinthia mirarlo a los ojos, cosa que había resultado imposible minutos atrás.
-A ver, mira, ven.- le indica Marco acercándose a una banca cercana.- Quítale la correa mejor.
-Gorda ven.- Cinthia la llama.
Se sientan en la banca, y al hacerlo, el celular de Marco se sale de su bolsillo y cae al piso. Ambos se agachan para recogerlo y chocan en el acto. Ríen. Que par de torpes. ¿Qué está pasando?, todo esto es una película… ¿dónde están los subtítulos? se pregunta Cinthia mientras sigue tratando de digerir el momento. Marco se incorpora y deja su celular sobre la banca junto con las llaves de su casa, las cuales ha sacado del otro bolsillo para prevenir otro episodio de torpeza. Cinthia tiene a La Gorda exhausta entre sus piernas, Marco ha logrado desatar los audífonos de la correa y Sasha como siempre con un comportamiento ejemplar mira todo sentada junto a su amo.
-Listo señorita, no fue tan difícil, ¿ves?- le dice Marco con su encantadora sonrisa chueca a Cinthia mientras le extiende los audífonos liberados.
De pronto, frente a ellos, un pequeño perro despeinado pasa corriendo con una pelota en el hocico, lo que provoca que el buen comportamiento de Sasha llegue a su límite, esta sale corriendo a toda velocidad con su suéter rosado dispuesta a atrapar a ese debilucho perrillo y su suculento juguete.
-¡Sasha, no!- grita Marco volviendo en sí del encantamiento en el que se encontraba inmerso mirando los ojos de Cinthia y sale corriendo tras la Barbie pitbull.
Cinthia no puede evitar soltar una carcajada y grita: ¡Eso Sasha, atrápalo! Motivando a su nueva amiga canina a seguir adelante con su divertida travesura y ver a su príncipe encantador correr con esas atléticas piernas a toda velocidad. Por su puesto que La Gorda ni se ha percatado de la acción.
El celular de Marco vibra sobre la banca, Cinthia en un movimiento automático voltea a verlo, y sin planearlo, conducida por la costumbre no puede evitar leer lo que se despliega en la pantalla:
- Amor, por fa no se te olviden los pañales.
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